Polistes dominula, avispa papelera.

Entre los no pocos invertebrados introducidos al país, que han llegado a nuestra ciudad, se encuentra la llamativa avispa Polistes dominula, de origen europeo, y que se conoce vulgarmente como "avispa papelera" o "papelera" a secas.


Este apodo se debe que fabrican su nido con una especie de papel, fabricado por ellas mismas, con el que construyen una serie de celdas, adosadas unas a las otras, y que no suele ser muy grande. Este nido es construído por las avispas fundadoras, que son las únicas que sobreviven al invierno. Todas las demás morirán al fin del verano. Una de estas avispas sobrevivientes, que fueron fecundadas el verano anterior, se convierte en reina, y es la única que pondrá huevos en las celdas. De estos primeros huevos nacen sólo avispas obreras, que son las encargadas de construir más celdas, en las que nacerán -avanzada la temporada- avispas machos y hembras. Éstas se aparearán, luego de lo cual los machos morirán (como las obreras) y únicamente sobrevivirán  para hibernar las hembras fecundadas.

Nido de Polistes. Imagen de la web. Créditos en la imagen.
Las papeleras no son avispas agresivas, por lo general ni aun cuando se les molesta. Pero son muy voraces, y suelen comer gran cantidad de larvas y pequeños insectos. Es un poco impactante ver cómo se comen las larvas de mariposa, las que muchas veces son más grandes que ellas, prácticamente vivas.


Aunque aquí no las hay, y por tanto no se dá ese problema, en otras regiones del país donde está presente la avispa "Chaqueta amarilla", Vespula germánica, suele ser confundida con la papelera. Pero lo cierto es que, con un mínimo de atención, se pueden advertir de inmediato dos claras diferencias. Una es que las antenas de la papelera son siempre amarillas, en tanto las de la chaqueta amarilla son negras, y la otra es que, al volar, las patas de la papelera cuelgan libremente hacia abajo, en tanto la Vespula las lleva recogidas.
Comparativa. Imagen de la web.

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Pycnoscelus surinamensis, una inmigrante asiática ilegal.


En nuestro país, hay registradas al menos 23 especies de cucarachas, de las que sólo 3 tienen el molesto hábito de vivir dentro de nuestras casas y edificios, siendo todas "baratas" de origen extranjero, que se han avecindado en nuestro país, como en todo el mundo. Éstas son la Periplaneta americana, la Blatta orientalis y la pequeña Blatella germanica, que suele vivir dentro de nuestros electrodomésticos.
[imagen de la web]
Las otras especies son casi todas endémicas del país, y viven en zonas alejadas del hombre, ocupando un importante lugar en los ambientes naturales en que viven.

No obstante, esto no quiere decir que no puedan llegar nuevas especies. Y eso es lo que hemos encontrado en nuestra ciudad, una especie oriental que, habiéndose distribuido por muchas partes del mundo, ha llegado también a Antofagasta. Se trata de la cucaracha Pycnoscelus surinamensis.

Pycnoscelus surinamensis. Hembra y juvenil
[imagen de la web]
Esta barata es de tamaño medio, alcanzando hasta los 25 mm, bastante menos que la Periplaneta americana, que tanto nos disgusta y a no pocos asusta, cuando tiene la ocurrencia de volar. A diferencia de ella, la P. surinamensis no vuela, aunque tanto machos como hembras tienen alas tan largas como su cuerpo, siendo de un color muy oscuro en los machos y notoriamente más claros en las hembras. Las ninfas (individuos juveniles) de esta cucaracha no poseen alas. Una característica que la hace especial, es que la hembra puede reproducirse sin necesidad de tener un macho, por partenogénesis, aunque los individuos nacidos de esta manera serán todos hembras.

Para cualquier antofagastino, acostumbrado a ver baratas desde niño, es fácil reconocer a esta especie, pues tanto adultos como juveniles se aprecian distintos a las que ya conocemos.
P. surinamenensis macho. Ejemplar encontrado muerto.
P. surinamensis ninfa en estadio avanzado. Ejemplar encontrado muerto.
 Una diferencia fundamental -y no poco importante para nosotros- es que la P. surinamensis no parece interesarse en conocer el interior de nuestras casas, sino que gusta de los lugares en que hay plantas y tierra, bajo la cual se esconde y  permanece, alimentándose de todo tipo de materia en descomposición. Los ejemplares que encontré estaban a unos 7 cm de profundidad, y mostraban una asombrosa habilidad para enterrarse y esconderse.

Ninfas de Pycnoscelus surinamensis capturadas vivas.
Dado lo seco del clima en los alrededores de la ciudad, y su necesidad de lugares húmedos, es difícil que esta cucaracha vaya a propagarse más allá -a mi parecer- como tampoco es probable que, como hacen las otras especies introducidas, vaya a adentrarse en una casa o subir a un edificio.

La verdad, con ese aspecto algo rollizo, hasta las encontré tiernas y sentí simpatía por ellas.

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